Por Inés
El caso que comentaba en la última entrada sobre los aspectos culturales de los videojuegos me ha llevado también a reflexionar sobre el grado de intervención de un profesional de la traducción sobre un documento.
En ocasiones tendemos a olvidarnos de lo importante que es la comunicación y de todo lo que se puede conseguir “solo” con palabras. Y precisamente por eso también es fundamental ser conscientes, como profesionales de la comunicación, de lo importante que es nuestra función al moldear el idioma y, en cierta medida, las ideas.
El quid de la cuestión es, pues, ¿hasta dónde se ha de intervenir en una traducción? ¿Cuánto es lícito modificar? Partimos de la base de que una traducción es siempre una interpretación de significado. Si damos un texto de cualquier tipo a diez profesionales con experiencia, obtendremos diez textos estupendos, pero muy diferentes entre sí. Una persona que traduce, ¿puede desempeñar un papel neutro?
No faltan casos de traducciones controvertidas porque los receptores piensan que los intermediarios han intervenido demasiado en el mensaje. Un caso paradigmático en España podría ser la censura durante la dictadura, donde se eliminaban trozos de películas y se adaptaban diálogos y narraciones para adaptarlas a lo que entonces era políticamente correcto. Un gran ejemplo es la traducción al castellano de la novela de J. D. Salinger “El guardián entre el centeno”, donde se suprimieron todas las palabrotas y obscenidades del protagonista en su vertiginoso descenso a la locura (la traducción fue revisada en 2006).
También son conocidas las traducciones feministas, en las cuales se han llegado a cambiar incluso actividades de los personajes en un intento de flexibilizar las ideas sobre los roles de género. Este tipo de traducciones son muy celebradas por algunos sectores y muy criticadas en otros. Aquí podéis leer un artículo de Olga Castro sobre el tema.
Se considera que en algunos tipos de traducción, como en traducción jurada y traducción jurídica, traducción médica, etc., no hay cabida para la interpretación, pero en realidad muchos de esos documentos se escriben deliberadamente de forma ambigua, de manera que la interpretación es inevitable.
Y por si alguien se lo pregunta, en el caso de la prensa la mano supuestamente invisible deja de ser tan invisible y es muy fácil comparar un artículo escrito en lengua original con el artículo escrito en otra lengua (no necesariamente una traducción del mismo) para ver si se ha mantenido la intención original. Os invito a hacer el experimento, ya que los resultados son siempre interesantes.
¿Creéis que es posible ser invisible?